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Nuestro pasado siempre se refleja en nuestro presente 04/20/2015

Hace aproximadamente un siglo, el escritor francés Anatole France escribió "Armenia está muriendo, pero sobrevivirá. La poca sangre que queda es preciosa sangre que dará a luz a una generación heroica. Una nación que no quiere morir no muere". Y así, la nación sobrevivió y resistió todos los intentos de exterminio. Fue restablecida y dio a luz a las nuevas generaciones, que devolvieron a la nación de nuevo a la vida, pero los horrores nunca fueron olvidados. 

 

En el centenario del Genocidio Armenio, los sobrevivientes y sus nietos no pueden liberarse del pasado tortuoso, pero aunque pudieran, no quieren. Ellos siguen compartiendo el dolor que han llevado con ellos durante más de un siglo con el fin de romper el silencio y para cambiar la indiferencia del mundo al reconocer que una nación entera fue condenada a muerte. 

 

En el contexto de la conmemoración del centenario del Genocidio Armenio, el Colegio Virtual Armenio de UGAB sirve a los descendientes de sobrevivientes del genocidio como un centro para mantener vivas las historias de sus antepasados contándolas a la gran audiencia del CVA en todo el mundo. 

 

Sevan Vardanian, una estudiante destacada del CVA, compartió recientemente la historia de su familia y el dolor que han sufrido a principios del siglo 20. El abuelo de Sevan, Artsin Vardanian, era de Urfa, una ciudad próspera en Armenia Occidental. Tenía ocho años cuando comenzaron las masacres a gran escala. Su padre había sido asesinado por los soldados turcos. Su madre, junto con dos niños pequeños y él fueron deportados al desierto sirio, donde cruzaron hacia lo desconocido bajo el sol abrasador del desierto Der Zor. 

 

Hasta el día de hoy se ve el horror representado en los ojos de Sevan cuando recuerda los detalles de la historia de supervivencia de su abuelo. Él les había dicho que los soldados turcos y los bandidos kurdos estaban torturando a las mujeres y los niños, luego les dispararon, y después fueron violentamente golpeando los cuerpos con los fusiles para asegurarse de que sus víctimas estaban muertas. La madre de Artsin y los dos niños más jóvenes fueron asesinados. Artsin tenía que pensar en una manera de escapar, por lo que cuando fue golpeado, fingió estar muerto. 

 

Así se quedó vivo pero solo en el desierto. Pasó por el hambre y las enfermedades. Dios lo dejó a merced de una familia musulmana local que lo llevó a su tienda de campaña y se comprometió a hacerse cargo de él. Artsin fue criado en los desiertos por la familia musulmana y cuando tenía 15 años, el cabeza de la familia decidió que Artsin se casara con su hija. La fe cristiana arraigada en el joven armenio le hizo huir de un matrimonio con una mujer musulmana. 

 

Esta vez el destino fue Siria, en una familia árabe cristiana. Artsin se casó con Mariam, la hija cristiana de su nueva familia anfitriona y crió a sus descendientes inculcándoles el espíritu armenio, su cultura y su forma de pensar. 

 

Hoy Sevan se siente más cómoda al compartir su historia familiar con otros armenios. El Colegio Virtual Armenio también se siente seguro en lo que está persiguiendo- ayudando a los armenios a hablar de sus recuerdos y a expresar su identidad, con el fin de ir más allá del dolor y aliviarlo en el futuro y lograr el reconocimiento.